28 agosto 2017

El Festival Qixi: amor y astronomía en el San Valentín chino.

Podría decirse que en China el día de los enamorados se celebra por triplicado. En primer lugar está el 14 de febrero, San Valentín, que por la influencia de occidente ya se ha asentado en el país asiático. En segundo lugar está el 20 de mayo, cuya fecha en chino suena muy similar a decir “te quiero” (5-20 = Wo ai ni) y de ahí que en los últimos años se haya extendido la costumbre de aprovechar la ocasión para declararse. Y por último, el verdadero día chino del amor, el Festival Qixi.



El Festival Qixi, también conocido como Festival de las Urracas o Noche de los Sietes, cuenta con una antigüedad de más de 2000 años y se celebra el séptimo día del séptimo mes lunar. Eso quiere decir que en tan solo unas semanitas, el 28 de agosto, los enamorados chinos estarán de celebración.
Como buena festividad china, el Festival Qixi cuenta con una leyenda preciosa. Esta vez, una historia de amor. Además (ya que entre los eclipses lunares, la lluvia de perseidas o el eclipse solar que se avecina, parece que nos encontramos en un mes repleto de fenómenos astronómicos) aprovecho para deciros que esta historia está muy ligada a la observación de la estrellas, por lo que si contáis con un telescopio podéis intentar encontrar a sus personajes en el cielo. Prestad especial atención al llamado triángulo de verano, formado por las estrellas Altair, Vega y Deneb


Cuenta el mito que hubo una vez un joven y humilde arriero llamado Niulang (la estrella Altair). Hacía años, Niulang había ayudado al Dios del Ganado, que tras haber violado la Ley del Cielo había sido expulsado a la Tierra, herido y en forma de buey. En recompensa por su generosidad, el buey había decidido acompañar a Niulang el resto de su vida y ayudarle con todo lo que pudiera necesitar. Un día, ambos vagaban por el bosque cuando de repente se toparon con un grupo de ninfas que se bañaban en un lago. El arriero quedó totalmente enamorado de la más hermosa de ellas, la ninfa Zhinü (la estrella Vega), séptima hija del Emperador de Jade y la Diosa del Cielo. Zhinü había escapado del Cielo debido a que allí, cada atardecer, era obligada a tejer nubes de colores y la tarea le aburría en extremo. El arriero, recurriendo a sus tretas de seductor consiguió conquistarla y Niulang y Zhinü se casaron, tuvieron dos niños y fueron felices… Aunque no comieron perdices por mucho tiempo. Resulta que unos años después la Diosa del Cielo se enteró de esta unión y llena de ira por el hecho de que su hija estuviera compartiendo su vida con un mortal, envió a dos de sus soldados para que separasen a Zhinü del arriero y la llevasen de vuelta junto a su madre.
Cuando Niulang descubrió lo sucedido, cargó con sus dos hijos (Alshain y Tarazed, las dos estrellas que siempre acompañan a Altair) y con ayuda del buey ascendió al cielo en busca de su esposa. Justo cuando estaba a punto de alcanzarla, la Diosa del Cielo se dio la vuelta, se deshizo de su horquilla y con ella dibujó un río entre ellos (la Vía Láctea, que se interpone entre ambas estrellas). Los enamorados quedaron irremediablemente separados.
Se cuenta que el amor entre ambos era tan intenso que conmovió a las urracas y que, tan solo una vez al año, durante la séptima luna del séptimo mes lunar, una bandada de estas aves vuela formando un puente que se eleva sobre la estrella Deneb y permite a la pareja reunirse de nuevo.



Las tradiciones a las que ha dado lugar esta historia son muchas y han ido variando a lo largo del tiempo. La mayor parte de las costumbres se centraban en las jóvenes solteras o en las que acababan de contraer matrimonio pero, como os explico más abajo, el festival ha acabado convirtiéndose en un día especial para todos los enamorados.
De entre todas las tradiciones destacaba la costumbre de que las mujeres jóvenes mostrasen sus habilidades tallando formas diversas sobre la piel de frutas y, en especial, tejiendo y  bordando, ya que esta era una forma de demostrar su valor como esposa. Se decía que la mejor forma de saber si una mujer tenía talento era darle una aguja y hacerle enhebrar el hilo iluminada por tan solo la luz de la luna. O en ocasiones la demostración de su talento no consistía más que en lanzar un alfiler a un recipiente con agua, si el alfiler flotaba en vez de hundirse, quedaba probado que la joven sería una buena tejedora y, por consiguiente, una buena esposa.
Por supuesto, también se hacían ofrendas a la ninfa tejedora Zhinü, dedicándole altares con comidas y bebidas variadas. Incluso con productos de belleza para alabar su hermosura e intentar que (a base de hacerle la pelota) la comparta con las demás jóvenes. Las mujeres solteras solían rezar a Zhinü para conseguir un buen marido y una vida en pareja próspera y feliz. Y quienes por fin habían encontrado alguien con quien compartir su vida, aprovechaban el festival para agradecer a Zhinü su ayuda.
Durante este día también se honra al Dios del Ganado, que cuenta con un papel importante en la leyenda.  En las zonas rurales los niños cuelgan lianas de flores en los cuernos de los bueyes a modo de ofrenda.
Y, entre los niños, también era popular el juego de la araña, que consistía en meter una araña en una caja y dejarla ahí durante toda la noche. Al día siguiente, la araña que hubiese tejido la tela más redondeada sería la ganadora.


Así que ya sabéis, jóvenes solteras del mundo, el día 28 de este mes podéis dejar de lado vuestros trabajos, vuestros estudios, vuestras aficiones y todas esas cosas sin importancia. Sacad el costurero y demostrad lo que valéis.
Fuera de bromas, lo cierto es que estas costumbres apenas se llevan a cabo hoy en día, salvo en zonas especialmente rurales donde la tradición se mantiene aún viva.
A día de hoy la tradición ha dado lugar a una especie de San Valentín oriental durante el cual las parejas se intercambian regalos y mensajes de amor. En algunos lugares los jóvenes solteros lanzan faroles con deseos escritos para poder encontrar a su alma gemela pronto. Y por supuesto, hay quien aprovecha el romanticismo de la fecha para pedir matrimonio a su pareja o incluso para casarse.
Sin embargo, aunque los tiempos cambian, la leyenda se mantiene viva y la historia de amor del arriero y la ninfa tejedora sigue pasando de generación en generación.


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