Para
mí siempre fue muy fácil hacer amigos en China, tanto en el ámbito
universitario, como fuera de él. De hecho, en mi entrada anterior comento que una de las 10 cosas que más me gustan del país es lo fácil que es conocer gente nueva allí. Muchos me miran con expresión
de extrañeza cuando lo comento, como si estuviese exagerando, pero
os prometo que no miento cuando afirmo que mi experiencia a la hora
de entablar amistades allí fue más que positiva.
Por
un lado, en la universidad donde estudié había otros muchos
extranjeros como yo, que llegaron al país sin conocer a nadie.
Convivía con ellos la mayor parte del día, así que inevitablemente
acabamos estrechando lazos de amistad que aún nos duran. Conocí a
gente de todas partes del mundo: otros muchos europeos, árabes,
americanos, africanos y asiáticos. Todos ellos gente estupenda, a la
que tras tan solo un mes de convivencia ya trataba (y me trataban)
como si fuesen mi familia.
Hasta
aquí la cosa suena normal a casi todo el mundo: un puñado de
personas acaban juntas en un país extraño y, como es lógico,
tienden a arrimarse para hacerlo todo más fácil. Sin embargo,
cuando digo que también establecí muchas y muy buenas relaciones
con los chinos, muchos parecen sorprenderse. Algunas personas que han
vivido allí aseguran que para ellos fue complicado conseguir
amistades chinas; otros, que aún no han estado en el país pero que
planean hacerlo, ven la situación como un reto.
Durante una fiesta de intercambio cultural en la universidad. |