El regreso: Choque Cultural Reverso.

Cuando decidí irme a China y empecé a difundir la noticia entre familiares y amigos, todos ponían los ojos como platos y me decían cosas como: "¿Pero tú sola?", "¡Qué loca!", "¿A China? ¡Pero si aquello es totalmente distinto!" La gente no paraba de recordarme lo grande que iba a ser el choque cultural, lo mucho que me iba a costar adaptarme, lo lejos que iba a estar... Tal vez, por eso, antes de llegar allí ya había interiorizado por completo qué es lo que implicaba irme a vivir tan lejos y durante tanto tiempo. Esto hizo que al llegar a China (o tal vez incluso antes) algo en mi cabeza hiciera "click" y me dejara en blanco, de forma que estaba preparada para asumir lo que fuera que me tocase asumir. La adaptación no sólo fue fácil y rápida, sino que fue absoluta.

Sin embargo, lo que me pilló por sorpresa fue la vuelta a España. Yo sabía que iba a volver, conocía el día, la hora y  el lugar al que llegaría, pero no me había parado a pensar en qué es lo que supondría ese regreso.

El shock se activó desde que bajé del avión y pisé Madrid. Yo, que había pasado toda mi vida en España, veía y sentía mi hogar como extraño. El primer día no pensé demasiado en el asunto, pero cuando las semanas fueron pasando, la cosa empeoró.

Salía a la calle y me costaba orientarme, las comidas me sentaban mal, no era capaz de dormir por las noches y, por lo tanto, me pasaba el día en modo "zombie", durmiendo siestas a horas de lo más inusuales. Todo estaba espeluznantemente limpio. Pensaba en una mezcla de chino e inglés, y tenía que tomarme unos segundos antes de responder cuando me hablaban para no hacerlo en el idioma equivocado. Quería regatearlo todo en las tiendas, los tenedores y cuchillos me parecían el utensilio más inútil y aburrido del mundo, seguía comprobando el nivel de contaminación al levantarme por las mañanas... Las calles me parecían demasiado vacías y silenciosas, la ciudad demasiado pequeña, la rutina tediosa y carente de motivación. Echaba de menos a mis amigos de China, mi día a día allí, los viajes e incluso las clases. Y lo peor de todo: nadie me paraba por la calle para sacarse fotos conmigo. 

Fuera de bromas: me sentía incómoda, en todos los sentidos.

Los cubiertos se utilizaban así, ¿no?

Cuando le cuento a la gente que la llegada a China no me supuso ningún problema de adaptación, pero que el regreso a España fue una tortura, todos me miran con cara de sorpresa. Yo misma pensaba que era la cosa más ridícula del mundo. ¿Cómo iba a tener choque cultural al volver a mi propia cultura? Pero, señores y señoras, hace unos días resolví el misterio y resulta que no es algo tan ridículo. Se trata del Shock Cultural Reverso, término utilizado en psicología para denominar al impacto que tiene en las personas volver a su país después de haber vivido fuera durante un largo periodo de tiempo. El shock ataca especialmente si se ha vivido en una cultura muy alejada a la cultura de origen. Así que, parece ser que esto de sentirse extraño en la cultura propia durante una temporada, es algo de lo más común y normal en todos aquellos que han pasado por esta situación. 

Durante el tiempo que has estado fuera, las cosas no solo han cambiado para ti, sino que también han cambiado en tu país, en tu casa y en tu círculo de amigos. Por ejemplo, cuando marché a China dejé mi carrera a medias, por lo que al volver tuve que retomarla donde me había quedado. Mis antiguos compañeros habían seguido avanzando mientras yo estaba fuera, por lo que cuando me reincorporé me encontré sola, con la dificultad de integrarme en un curso donde todos tenían ya hechos sus grupitos. 

Y es que así funciona el Choque Cultural reverso... La familiaridad que uno recordaba ha cambiado, por lo que ha dejado de ser familiaridad. Uno se siente extraño donde solía sentirse totalmente integrado y eso hace que solo se quiera volver al lugar del que se acaba de llegar, a pesar de saber que ese tampoco es tu hogar. En resumen: te sientes de ninguna parte. A eso hay que añadirle que tienes que reincorporarte a tu trabajo o a tus estudios, volver a cambiar tus costumbres, tus horarios, tu forma de hablar, la manera de relacionarte... No es tarea fácil, pero, afortunadamente, es transitorio. 

Los dos primeros meses en España fueron terribles; al tercero ya me había reacostumbrado a muchas cosas, especialmente a los horarios. 
Año y pico después, el shock ha desaparecido (casi) por completo.