20 enero 2019

Los hermosos arrozales de Yuanyang.

El condado de Yuanyang (Yunnan) es una de esas muchas maravillas que esconde China. Su territorio se encuentra cubierto por espectaculares arrozales y salpicado de diminutas y antiguas aldeas habitadas por los hani, minoría étnica que también habita en Vietnam y Laos. 
Este tesoro de paisaje modelado por el hombre cubre cerca de 17.000 hectáreas y está incluido dentro del Patrimonio de la Humanidad.




Dejamos atrás Kunming para dirigirnos hacia una de las aldeas del condado de Yuanyang. Para poder llegar hasta allí realizamos un viaje de unas 10 horas, cambiando varias veces de transporte (un tren, dos autobuses y un coche). El viaje, además de largo, fue algo "tenso"... Circulamos por carreteras en no muy buen estado, con coches conduciendo a lo loco, adelantamientos de película y muchas curvas. Pero las vistas... ¡qué vistas! Horas y horas de un paisaje abrumador entre ríos, montañas, una vegetación apabullante, y arrozales infinitos.  Solo por el paisaje mereció la pena el largo trayecto.
Nuestro alojamiento se encontraba en una aldea de la minoría hani, en medio de esas terrazas de arroz tan fabulosas. La aldea es uno de esos lugares en los que uno se despierta con los gallos cantando. Uno de esos lugares en los que ir por la calle y cruzarse con un cerdo o un grupito de patos campando a sus anchas es algo de lo más normal. Con salir a la puerta del hostal se podía disfrutar de una gran tranquilidad. Además, contábamos con un porche encantador en el que poder sentarnos a observar el estilo de vida de los habitantes que, generalmente ataviados con prendas de un azul intenso, van de allá para acá realizando sus tareas durante todo el día.
El lugar era tan bonito, tan bonito, que a pesar del cansancio que arrastrábamos después de ese viaje nos dedicamos a recorrer las callejuelas que salían ante nosotros. Enseguida llegamos a la plaza del lugar, que además de contar con un espacio enorme donde los niños de la aldea pueden jugar a sus anchas, tiene un mirador con un espectáculo de vistas. Desde allí se puede ver a gente trabajando en los arrozales, incluso a niños metidos en ellos ayudando a sus padres con el agua por las rodillas. 






Según cuenta una leyenda, en sus orígenes los hani eran nómadas que habitaban en cuevas. En una ocasión llegaron a un lugar misterioso donde el terreno estaba cubierto por enormes y resistentes setas que apenas se agitaban con los fuertes vientos y tormentas. Todos los animales del lugar se refugiaban bajo estas setas intentando protegerse de los temporales. Al observar esto, los hani decidieron que a partir de ese momento construirían casas que imitasen a aquellas setas y que fuesen resistentes al paso del tiempo. 
Esto explica que, hoy en día, el estilo arquitectónico de las viviendas hani se conozca como "casas champiñón" y, aunque muchas han sido renovadas para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, han mantenido el característico estilo tradicional. Utilizan materiales como el bambú, madera o barro para la construcción de sus muros y la paja para cubrir sus tejados. Según dicen, la combinación de todos estos materiales hace que las casas sean frescas en las épocas de calor y que aíslen el frío en los meses de invierno. 
También mantienen la organización tradicional de la vivienda, en la que la parte baja de la casa se destina a los animales, mientras que los pisos superiores se destinan a la familia. De ahí viene el caracter chino (casa, familia), compuesto por el radical cerdo situado bajo el llamado radical tejado. La historia que se esconde tras este caracter (y que tantas veces habrán escuchado los estudiantes de mandarín) aún sigue a la orden del día en algunas aldeas de China, como pudimos comprobar.



Vistas de la aldea.
Vivienda hani.

Los Hani dan muchísima importancia a la naturaleza que les rodea y tienen una profunda conexión con ella. Sitúan sus aldeas siguiendo una serie de principios basados en el fengshui. Por ejemplo, las aldeas se establecen en una determinada posición en función a las montañas que la rodean o a los ríos que atraviesan la zona. Son politeístas y creen en dioses que controlan el tiempo que va a hacer, las cosechas, el ganado o la salud y prosperidad de las familias que allí habitan. Además, veneran al agua, considerada fuente de vida y abundancia, así como a diferentes animales y elementos naturales, ya que para ellos todo está dotado de alma.
La veneración por sus ancestros forma parte de esta cultura y se manifiesta en festividades como el Kuzhazha. Se celebra durante el quinto mes lunar, en el que sacrifican un ternero para ofrecérselo a sus ancestros. Según la costumbre, la cabeza del ternero será entregada al migu (líder del pueblo). 
Junto a la plaza puede encontrarse el altar donde se llevan a cabo estos sacrificios del ganado, puesto que se realizan de forma pública.


"Casa de sacrificios"

Justo junto a este altar desciende un estrecho camino empedrado que llega hasta los arrozales, donde por las mañanas la calma y la niebla lo invaden todo y a uno le apetece sentarse allí, cerrar los ojos y escuchar.
Lo maravilloso de los paisajes de terrazas de arroz es que, a pesar de cambiar muchísimo con el paso de las estaciones, siempre son hermosos. La última vez que visité un paisaje de este tipo fue durante el invierno, en los arrozales de Longsheng. Esta vez, en pleno agosto, el paisaje que encontré fue muy diferente. Durante el verano, todo es verde y con altos brotes, dado que las lluvias en el sur son abundantes y aún no es época de cosecha. 
A primera hora los agricultores y aldeanos descienden por ese camino de piedra que les lleva hasta las terrazas, cargados con grandes cestas de mimbre, herramientas o incluso animales a los que no les hace mucha gracia madrugar...  






Ha habido gente que, planteándose un viaje por el sur de China, me ha preguntado qué arrozales recomiendo más, si los de Longhseng o los de Yuanyang. Lo cierto es que los dos son diferentes y cada uno de ellos ofrece un paisaje único. Tal vez los de Longsheng sean más accesibles y ofrezcan más posibilidades a los viajeros. La etnia yao que habita aquella zona también es más abierta que los hani y la comunicación con ellos es menos complicada. Sin embargo, a día de hoy puedo decir que Yuanyang es uno de los lugares de China que más he disfrutado y que esa aldeíta lejos de todo de me ha dejado enamorada por mucho motivos. 
¿Cuáles son esos motivos? En la próxima entrada os contaré la historia ;)

1 comentario:

  1. Yo hace un año que estuve por esa zona, me dejaron sin palabras las terrazas...

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