¿Son iguales todos los chinos?

Seguro que muchos de vosotros habéis escuchado alguna vez eso de que todos los chinos son iguales. ¿Creéis que es verdad? La respuesta es... ¡Por supuesto que no! 

En China hay personas bajas y altas, gordas y delgadas, blancas y morenas. Hay chinos con los ojos grandes, pequeños, más y menos rasgados, brillantes o tristes. Unos tienen el pelo largo y liso, otros lo tienen corto y rizado, con flequillo o sin él, oscuro o teñido de colores. ¡Hay gente que ni siquiera tiene pelo! Algunos tienen la frente ancha y gafas, otros no. Hay personas con grandes mofletes sonrosados, otras que tienen hoyuelos divertidos cuando se ríen y otras con la cara pálida, cubierta de pecas o con algún lunar. Algunas personas tienen la nariz tan redonda y pequeñita que parece un guisante, y otras la tienen alargada o incluso un poco puntiaguda. Hay chinos con la cara arrugada y áspera, y otros que tienen la piel lisa y suave como una sábana recién planchada. Jóvenes o ancianos, sonrientes y con cara de simpáticos, serios y con cara de enfadados, con las orejas grandes o pequeñas, con las cejas finas o gruesas, con bigote, con barba, sin bigote, sin barba... 

Pero, entonces, ¿por qué la gente piensa que son todos iguales? La respuesta es muy sencilla: porque no estamos acostumbrados a sus rasgos, igual que ellos no están acostumbrados a los nuestros. Lo primero que vemos son sus ojos rasgados y no nos fijamos en nada más. Sin embargo, si convives con ellos y prestas atención a su aspecto, te das cuenta de que en realidad no se parecen en nada. Y no creáis que este error solo lo cometemos nosotros... Ellos también piensan que los occidentales somos todos iguales y les cuesta mucho diferenciarnos a los unos de los otros. Pero, ¡no os equivoquéis! Cada persona, tanto en España como en China, es única.