Esta vez cedo el puesto a István Olajos que viene a compartir con todos una de sus experiencias en China. Al final del artículo podéis encontrar más información sobre él. Sin más, os dejo con su relato :)
Wudangshan es uno de los lugares más maravillosos de China, por eso es un poco triste que no hubiera oído hablar sobre él hasta que mi profesor de wing-tsun me preguntó si quería unirme a la visita de esas montañas misteriosas. No le respondí de inmediato, tengo que confesar que soy un poco perezoso para viajar. Sin embargo, estando ya al otro lado del mundo, ¿por qué no moverme un poco más? Además, llevaba tiempo practicando wing-tsun (un tipo de kungfu), ¿cómo no iba a tener curiosidad por el lugar de nacimiento del kungfu taoísta? Mi respuesta final fue un sí, y gracias a ello viví una de mis mejores y más interesantes experiencias en China.
Wudangshan es uno de los lugares más maravillosos de China, por eso es un poco triste que no hubiera oído hablar sobre él hasta que mi profesor de wing-tsun me preguntó si quería unirme a la visita de esas montañas misteriosas. No le respondí de inmediato, tengo que confesar que soy un poco perezoso para viajar. Sin embargo, estando ya al otro lado del mundo, ¿por qué no moverme un poco más? Además, llevaba tiempo practicando wing-tsun (un tipo de kungfu), ¿cómo no iba a tener curiosidad por el lugar de nacimiento del kungfu taoísta? Mi respuesta final fue un sí, y gracias a ello viví una de mis mejores y más interesantes experiencias en China.
Pero
no avancemos tan rápido en la historia. Antes de nada voy a
explicaros un poco qué es esto del kungfu taoísta. Mi profesor era
un gran contador e historias, por lo que mientras nosotros
(estudiantes mortales) golpeábamos el aire con nuestros puños en
una de las posiciones más básicas y agotadoras del wing-tsun, él
nos contaba historias, muy lentamente, con el fin de que no
parásemos hasta que él no hubiera terminado.
Durante
uno de estos entrenamientos, nos explicó que el kungfu tiene dos
ramas principales: una de ellas es el kungfu budista y la otra es el
kungfu taoísta.
Seguramente,
al escuchar la palabra kungfu a todo el mundo le vienen a la cabeza
imágenes de pequeños chinos calvos o viejecitos con larga barba
blanca que visten de naranja y que parten tablas de madera o torres
de ladrillo con un solo dedo, capaces de derrotar a un equipo
S.W.A.T. en tan solo tres movimientos. Pues bien, estos señores, son
los maestros del kungfu budista que, según se dice, fue creado por
Bodhidharma (480-557).
Por
el contrario, la rama taosísta, como su propio nombre indica, viene
del taoísmo. El punto central del taoísmo es el dao,
un principio que se puede encontrar en todas partes, pero que siempre
está escondido. El
dao
es una fuerza que siempre trabaja de fondo, es pasivo, femenino,
oculto, su poder es como el del agua que erosiona una piedra, y es en
esto en lo que se basa el kungfu taoísta. Los monjes taoístas
visten de azul oscuro, por lo que es muy fácil diferenciarlos de los
superhombres naranjas.
Ahora
sí, podemos volver
a nuestro viaje. El
monte
Wudang se encuentran en la provincia de Hubei. Nos tomó 18 horas de
tren-cama llegar hasta allí y, aunque agotador, fue una de las
partes más divertidas del viaje. En el tren nos acercamos más que
nunca a los chinos, que nos miraban como si fuéramos extrañas
criaturas mitológicas de pelo rubio y ojos claros. Por suerte,
nuestro viaje fue tranquilo, aunque algunos de mis compañeros fueron
despertados en mitad de la noche para ser interrogados por el precio
de la gasolina en Europa o para mantener conversaciones muy
interesantes sobre los incomprensibles
motivos de tener 24 años y seguir soltero.
Finalmente
llegamos a la estación de Wudang shan y allí tomamos un autobús
que nos dejaría a media altura del monte, donde estaba nuestro hostal. Durante el trayecto, nos deleitamos
con las impresionantes vistas de estas
montañas
místicas.
Yo vivo en un país donde la montaña más alta cuenta con tan solo
1014 metros de altura, por lo que ver esos picos y barrancos me causó
gran impresión. Aunque, tal vez, esta impresión estuviera también
motivada por el hecho de que los conductores chinos parecen no ser
conscientes de que se encuentran en carreteras peligrosamente
estrechas y conduzcan como si fueran los protagonistas de una
película de Fast
and Furious.
El
primer día allí lo dedicamos a echar un vistazo a los alrededores
del hostal, donde había diferentes caminos y escaleras que llegaban hasta
templos y conventos. Ese fue el momento en el que pudimos empezar a
mascar trocitos de la antigua cultura china. Cuando vives en una
gran ciudad china (o en una “normal” de tan solo unos
cuantos
millones de habitantes) no siempre es fácil percibir lo ancestral de
este país. Debido a la Revolución Cultural, muchas de las reliquias
culturales de China han sido destruidas y en las ciudades solo puedes
encontrar rascacielos, carreteras y bloques de edificios. Sin
embargo, en Wudangshan es fácil desconectar de todo eso, del rápido
ritmo de vida, de correr de un punto a otro... De repente tuve la
sensación de que los monjes entrenan o meditan en aquel lugar porque
es el sitio idóneo para
alcanzar un mejor entendimiento de la vida y sentí más que nunca
que estaba muy lejos de Europa o de cualquier otro punto de
Occidente.
Estos templos dispersos por la montaña fueron declarados Patrimonio de la Humanidad en 1994 y hoy
en día mantienen su función religiosa. Allí se reza
entre el olor a incienso, y los caminos que llevan hasta ellos están
llenos de árboles con lazos rojos en sus ramas, donde los viajeros
escriben sus deseos. Es algo muy especial pasear entre
las hojas de esos árboles que protegen las esperanzas de tantas y
tantas personas.
Allí
también vimos algún espectáculo de kungfu que nos encantó y
encontramos rincones famosos por haber aparecido en algunas películas
de artes marciales (la más conocida es Karate
Kid,
con Jackie Chan). Sin embargo, ir a Wudang shan no es solo pagar dinero por el viaje, sacar cientos de fotos y contárselo a tus amigos cuando vuelves a casa. Es uno de esos viajes que no solo consisten en dejar huellas allá por donde pisas, sino en que dentro de ti queden huellas también.
Los templos más famosos en el área de Wudang son el Palacio de la Armonía (Tàihé Gong), el Palacio de la Nube Púrpura (Zi Xiao Gong), el Palacio Yuzhen y el Palacio del Precipicio. Este último llama mucho la atención por estar colgado en la ladera de la montaña. Sin embargo, no está tan bien conservado como El Palacio de la Nube Púrpura, que es uno de los más impresionantes. Aquí os dejo fotos de algunos de ellos y de sus alrededores:
El segundo día subimos hasta lo más alto de la montaña. Para ello contábamos con dos opciones: la primera, subir por las escaleras; la segunda, utilizar el teleférico. Pensamos que utilizar el teleférico sería una tarea demasiado sencilla por lo que, inmersos en nuestro arrebato de valentía, tomamos el camino largo. Un amigo que ya había estado en la montaña nos dijo que necesitaríamos unas 4 horas para llegar a pie hasta arriba. Después de 30 minutos subiendo, pensamos que no iba a ser tan duro; lo que no sabíamos es que esa era la parte fácil.
Poco a poco comenzamos a sentir un leve dolor en las piernas. El dolor fue aumentando a medida que subíamos, hasta hacerse tan intenso que tuvimos que empezar a hacer pausas cada poco y lanzarnos palabras de ánimo los unos a los otros para no rendirnos a mitad de camino. Al parecer, todas esas horas invertidas en practicar kungfu no habían servido para mucho. Por suerte, por el camino había vendedores a los que poder comprar algo de agua o incluso chocolatinas con las que reponer fuerzas. No los contamos, pero calculamos que subimos unos 7000 peldaños.
A
pesar de todo el sufrimiento, la escalada mereció la pena. El
entrono y las vistas eran impresionantes.
En
la cima de la montaña había otro monasterio (el Palacio Dorado)
aunque, esta vez, encontramos poca paz. Todo estaba lleno de
turistas que habían tomado el camino fácil, cargados con sus
cámaras y palos de selfie, dispuestos a inmortalizar el momento y
volver felices a sus hoteles como si hubieran realizado una gran
hazaña. Además este templo me pareció menos interesante que los que ya habíamos visto hasta el momento.
El templo era bastante grande, pero tan solo vimos dos monjes en él. Uno de ellos cuidando del jardín, otro copiando un fragmento del Dàodé jing ("Biblia" del taoísmo que habla sobre el camino a la virtud). Este último nos invitó a observar su trabajo y, una vez que hubo terminado, se incorporó e hizo sonar una campana de bronce. Nos permitió tomar una fotografía, algo a lo que muchos monjes muestran reticencia. Eso sí, parece ser que había quedado contento con el resultado de su copia, porque él mismo se sacó un smartphone del bolsillo y activó la cámara.
El templo era bastante grande, pero tan solo vimos dos monjes en él. Uno de ellos cuidando del jardín, otro copiando un fragmento del Dàodé jing ("Biblia" del taoísmo que habla sobre el camino a la virtud). Este último nos invitó a observar su trabajo y, una vez que hubo terminado, se incorporó e hizo sonar una campana de bronce. Nos permitió tomar una fotografía, algo a lo que muchos monjes muestran reticencia. Eso sí, parece ser que había quedado contento con el resultado de su copia, porque él mismo se sacó un smartphone del bolsillo y activó la cámara.
Para
bajar, nosotros también tomamos un teleférico. Fueron tan solo unos minutos
de bajada. Unos pocos minutos que nos hicieron comprender que las
cuatro horas de esfuerzo para subir a pie habían merecido la pena.
Wudang shan no es solo sentarse a ver las actuaciones de artes
marciales destinadas a los turistas y enfocar la cámara hacia los lugares que sabes que son famosos, también es sentir la energía
tan especial que hay en el lugar, el aire tan puro que se respira
allí, deleitarse con el magnífico entorno y descubrir el valor
cultural que se esconde tras los muros de los templos de aquella
montaña misteriosa.
Es difícil descubrir todo eso dentro de un teleférico.
Es difícil descubrir todo eso dentro de un teleférico.
Que bonito!!! Y vaya vistas!!! Muchas zonas pecan de la masificación de turistas y es una pena :-(
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Así es, este tipo de lugares pierden un poco de magia cuando te los encuentras abarrotados de visitantes, ¡una lástima! Como dice István en el post, a veces es mejor tomar el camino largo si con ello se consigue conectar mejor con el lugar :)
EliminarHermosas fotografías y Fabuloso el relato. Gracias por compartirlos. Felicidades
ResponderEliminarPreciosos paisajes y muy buen relato!
ResponderEliminarBonito artículo, yo seguramente habría tomado también las escaleras xD xD xD
ResponderEliminarGood article István!!!!
ResponderEliminarHola Bonita experiencia, tiene que ser un lugar bien bonito e interesante de visitar. Por cierto, no has comentado nada de la practica de artes marciales. Pudisteis practicar por alli en alguna escuela? Estoy interesado en ir por alli y practicar Kung Fu. Si me pudieses dar un poco de informacion al respecto te estaría muy agradecido.
ResponderEliminarMuchas gracias!! :)
Excelente, gran relato
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