Ley de reclutamiento de la República Popular China. Capitulo 1, articulo 3: Según esta ley, los ciudadanos de la R.P.C. tienen la obligación de realizar el servicio militar, sin importar la etnia, raza, ocupación, situación familiar, religión y nivel de educación.
中华人民共和国兵役法》第一章第三条:“中华人民共和国公民,不分民族、种族、职业、家庭出身、宗教信仰和教育程度,都有义务依照本法的规定服兵役。”
Así es, según la ley, en China tanto estudiantes de primaria y secundaria, como estudiantes universitarios tienen la obligación de participar en el entrenamiento militar que tiene lugar durante las primeras semanas de curso. Es parte de su educación, hasta el punto de que la nota que obtengan en estas clases contará para la media final de sus estudios, por lo que a parte de ser obligatorio, no es algo que deban tomarse a la ligera...
Tras
mucho observarles desde mi ventana, comprendí que aquello debía ser
normal y que los militares de aspecto peligroso eran estudiantes como
yo. Fue entonces cuando me lancé a charlar con una de las chicas
para indagar un poco más en el asunto. Y así, por fin, el misterio
quedó resuelto.
Cada
día, a eso de las 6 de la mañana, me despertaban los cánticos
patrióticos de estos jovencitos que, dirigidos por un profesor
recién salido del Ejército, desfilaban por el patio que había
debajo de mi habitación. Así se pasaban un par de horas, moviéndose
a buen ritmo de acá para allá y siguiendo las órdenes del profe
que, de vez en cuando, les hacía parar en seco y colocarse en filas
perfectas. Terminado este ejercicio, salían de marcha por las calles
del campus, desfilando, siempre desfilando, con una coordinación que
solo los chinos son capaces de conseguir. Y así hasta la noche,
cuando volvían a colocarse bajo mi ventana para darme las buenas
noches con otra canción dedicada a la patria.
Solo
fue necesaria una semana para que la vocecita de los militares que
dirigían a estos grupos de estudiantes se quedase grabada en mi
cabeza para siempre. Aún hoy en día, ya unos cuantos años después,
sigue viniendo a mi cabeza en determinadas ocasiones ese “Yi,
er, saaaan, si! Yi er saaaan, si! Yi, er! San, si!”,
que tantas veces al día escuché durante mi primer mes en Hangzhou.
Una
de las primeras cosas que pregunté a la chica que me informó sobre
el asunto, fue que durante cuánto tiempo exactamente iba a tener que
disfrutar de sus serenatas bajo mi ventana. Fue todo un alivio
escuchar que el entrenamiento militar solo duraba 3 semanas, ya que
yo ya había empezado a hacerme a la idea de tener que soportar los
cánticos (sobre todo los de las 6 de la mañana) eternamente.
Investigando
sobre el asunto en internet (desde luego, no es algo que la chica me
contase), descubrí que la idea de realizar esta instrucción militar
surgió tras la Revuelta de Tiananmen en 1989, con el fin de prevenir
cualquier tipo de insurrección estudiantil en el futuro.
El
objetivo de este entrenamiento es enseñarles tanto teoría como
práctica para que puedan hacer un mejor uso de habilidades como la
disciplina, el orden, el sentimiento de unidad o la obediencia.
Además de recordarles cuáles son los valores que importan en China,
inculcarles un amor incondicional por el país o hacerles comprender
la trascendencia de la defensa de la nación. Cosas importantes para
el gobierno, ya sabéis.
Otro
de los datos interesantes que aportó la chica, casi como si me lo
confesara en secreto, fue el de que sabía que se trataba de algo
importante para China y que debía sentirse orgullosa de recibir
ese tipo de formación, pero que aquello le parecía un rollo
absoluto y que era bastante agotador. Le di la razón y le desee
ánimo con una sonrisa, ella me la devolvió y me respondió diciendo
que intentaba mantener la paciencia y las fuerzas hasta que terminase
la instrucción, porque si el profesor veía un atisbo de
desmotivación en sus rostros, les haría trabajar aún más duro.
Después
de haber hablado con esta chica, cada vez que iba de camino al
comedor, a la biblioteca o al supermercado, compadecía a aquellos
pobres estudiantes chinos con los que me cruzaba y que aguantaban
hasta 15 horas de instrucción militar.
Y
yo quejándome de mis dos horas semanales de educación física, allá
por la secundaria...
Días
después, escuché por casualidad algo sobre una ceremonia de
clausura y, sin saber muy bien si me dejarían entrar o no, me fui
para allá cámara en mano. No fue difícil encontrar el lugar; solo
tuve que seguir a los chicos que caminaban hondeando banderas rojas
por el campus. Conseguí colarme sin problemas y, aunque la luz no me
permitió sacar fotos demasiado decentes, pude apreciar la felicidad
que había dibujada en el rostro de todos los estudiantes. Lo que no
me quedó claro es si esta expresión estaba motivada por el hecho de
que al fin se libraban de aquella tortura involuntaria, o si por el
contrario se debía a que de verdad les habían convencido de que
cantar canciones patrióticas al unísono era algo que les honraba en
extremo. A ellos, y a China.
Para sacarte de la duda, a mi me considero que las sonrisas de los estudiantes es por haber podido vencer un desafío y eso en la cultura china es ser glorioso y honoroso. Saludos
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