Podría
decirse que en China el día de los enamorados se celebra por
triplicado. En primer lugar está el 14 de febrero, San Valentín,
que por la influencia de occidente ya se ha asentado en el país
asiático. En segundo lugar está el 20 de mayo, cuya fecha en chino
suena muy similar a decir “te quiero” (5-20 = Wo ai ni) y de ahí
que en los últimos años se haya extendido la costumbre de
aprovechar la ocasión para declararse. Y por último, el verdadero
día chino del amor, el Festival Qixi.
El
Festival Qixi, también conocido como Festival de las Urracas o Noche
de los Sietes, cuenta con una antigüedad de más de 2000 años y se
celebra el séptimo día del séptimo mes lunar. Eso quiere decir que
en tan solo unas semanitas, el 28 de agosto, los enamorados chinos
estarán de celebración.
Como
buena festividad china, el Festival Qixi cuenta con una leyenda
preciosa. Esta vez, una historia de amor. Además (ya que entre los
eclipses lunares, la lluvia de perseidas o el eclipse solar que se
avecina, parece que nos encontramos en un mes repleto de fenómenos
astronómicos) aprovecho para deciros que esta historia está muy
ligada a la observación de la estrellas, por lo que si contáis con
un telescopio podéis intentar encontrar a sus personajes en el
cielo. Prestad especial atención al llamado triángulo de verano,
formado por las estrellas Altair, Vega y Deneb
Cuenta
el mito que hubo una vez un joven y humilde arriero llamado Niulang
(la estrella Altair). Hacía años, Niulang había ayudado al Dios
del Ganado, que tras haber violado la Ley del Cielo había sido
expulsado a la Tierra, herido y en forma de buey. En recompensa por
su generosidad, el buey había decidido acompañar a Niulang el resto
de su vida y ayudarle con todo lo que pudiera necesitar. Un día,
ambos vagaban por el bosque cuando de repente se toparon con un grupo
de ninfas que se bañaban en un lago. El arriero quedó totalmente
enamorado de la más hermosa de ellas, la ninfa Zhinü (la estrella
Vega), séptima hija del Emperador de Jade y la Diosa del Cielo.
Zhinü había escapado del Cielo debido a que allí, cada atardecer,
era obligada a tejer nubes de colores y la tarea le aburría en
extremo. El arriero, recurriendo a sus tretas de seductor consiguió
conquistarla y Niulang y Zhinü se casaron, tuvieron dos niños y
fueron felices… Aunque no comieron perdices por mucho tiempo.
Resulta que unos años después la Diosa del Cielo se enteró de esta
unión y llena de ira por el hecho de que su hija estuviera
compartiendo su vida con un mortal, envió a dos de sus soldados para
que separasen a Zhinü del arriero y la llevasen de vuelta junto a su
madre.
Cuando
Niulang descubrió lo sucedido, cargó con sus dos hijos (Alshain y
Tarazed, las dos estrellas que siempre acompañan a Altair) y con
ayuda del buey ascendió al cielo en busca de su esposa. Justo cuando
estaba a punto de alcanzarla, la Diosa del Cielo se dio la vuelta, se
deshizo de su horquilla y con ella dibujó un río entre ellos (la
Vía Láctea, que se interpone entre ambas estrellas). Los enamorados
quedaron irremediablemente separados.
Se
cuenta que el amor entre ambos era tan intenso que conmovió a las
urracas y que, tan solo una vez al año, durante la séptima luna del
séptimo mes lunar, una bandada de estas aves vuela formando un
puente que se eleva sobre la estrella Deneb y permite a la pareja
reunirse de nuevo.
Las
tradiciones a las que ha dado lugar esta historia son muchas y han
ido variando a lo largo del tiempo. La mayor parte de las costumbres
se centraban en las jóvenes solteras o en las que acababan de
contraer matrimonio pero, como os explico más abajo, el festival ha
acabado convirtiéndose en un día especial para todos los
enamorados.
De
entre todas las tradiciones destacaba la costumbre de que las mujeres
jóvenes mostrasen sus habilidades tallando formas diversas sobre la
piel de frutas y, en especial, tejiendo y bordando, ya que esta
era una forma de demostrar su valor como esposa. Se decía que la
mejor forma de saber si una mujer tenía talento era darle una aguja
y hacerle enhebrar el hilo iluminada por tan solo la luz de la luna.
O en ocasiones la demostración de su talento no consistía más que
en lanzar un alfiler a un recipiente con agua, si el alfiler flotaba
en vez de hundirse, quedaba probado que la joven sería una buena
tejedora y, por consiguiente, una buena esposa.
Por
supuesto, también se hacían ofrendas a la ninfa tejedora Zhinü,
dedicándole altares con comidas y bebidas variadas. Incluso con
productos de belleza para alabar su hermosura e intentar que (a base
de hacerle la pelota) la comparta con las demás jóvenes. Las
mujeres solteras solían rezar a Zhinü para conseguir un buen marido
y una vida en pareja próspera y feliz. Y quienes por fin habían
encontrado alguien con quien compartir su vida, aprovechaban el
festival para agradecer a Zhinü su ayuda.
Durante
este día también se honra al Dios del Ganado, que cuenta con un
papel importante en la leyenda. En las zonas rurales los niños
cuelgan lianas de flores en los cuernos de los bueyes a modo de
ofrenda.
Y,
entre los niños, también era popular el juego de la araña, que
consistía en meter una araña en una caja y dejarla ahí durante
toda la noche. Al día siguiente, la araña que hubiese tejido la
tela más redondeada sería la ganadora.
Así
que ya sabéis, jóvenes solteras del mundo, el día 28 de este mes
podéis dejar de lado vuestros trabajos, vuestros estudios, vuestras
aficiones y todas esas cosas sin importancia. Sacad el costurero y
demostrad lo que valéis.
Fuera
de bromas, lo cierto es que estas costumbres apenas se llevan a cabo
hoy en día, salvo en zonas especialmente rurales donde la tradición
se mantiene aún viva.
A
día de hoy la tradición ha dado lugar a una especie de San Valentín
oriental durante el cual las parejas se intercambian regalos y
mensajes de amor. En algunos lugares los jóvenes solteros lanzan
faroles con deseos escritos para poder encontrar a su alma gemela
pronto. Y por supuesto, hay quien aprovecha el romanticismo de la
fecha para pedir matrimonio a su pareja o incluso para casarse.
Sin
embargo, aunque los tiempos cambian, la leyenda se mantiene viva y la
historia de amor del arriero y la ninfa tejedora sigue pasando de
generación en generación.
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